domingo, 12 de abril de 2009

Examen de Conciencia

¿Cómo debemos hacer el examen de conciencia?

1) Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados nuestros que más le están disgustando a Dios. 2) Vamos repasando los diez mandamientos para saber qué faltas hemos cometido contra ellos.

1er Mandamiento

¿Me acuesto o me levanto sin rezar? ¿Me avergüenzo de aparecer creyente ante los demás? ¿He creído en supersticiones, por ejemplo; amuletos, sales, brujas, lectura de naipes o de humo de cigarrillo, o espiritistas?

2ndo Mandamiento

¿He dicho el Nombre de Dios sin respeto y por cualquier tontería?

3er Mandamiento

¿He faltado a misa los domingos? ¿Cuántas veces? ¿Cuántos domingos voy a misa cada mes?

4rto Mandamiento

¿He desobedecido a mis padres? ¿No les he querido ayudar? ¿Los he tratado mal? ¿He perdido el tiempo en vez de estudiar o trabajar?

5to Mandamiento

¿He deseado que a otros les vaya mal? ¿He peleado? ¿He dicho groserías? ¿Tengo resentimientos contra alguna persona y no le quiero perdonar? ¿No rezo por los que me han tratado mal? ¿Me he burlado de alguien? ¿He puesto sobrenombres? ¿He tratado con dureza? ¿He dicho palabras ofensivas? ¿He hablado mal de otras personas? ¿He contado lo malo que han hecho o lo que dicen de ellos? ¿He escandalizado? (o sea, ¿he enseñado lo malo a los que no lo saben?) ¿Cuántas veces? ¿Me he aprovechado de los más débiles para golpearlos o humillarlos?

6to Mandamiento

¿He detenido en mi cerebro por varios minutos pensamientos o deseos impuros? ¿He mirado películas impuras, o revistas pornográficas o escenas impuras por televisión? ¿He dicho o celebrado chistes malos? ¿He hecho acciones impuras conmigo mismo o con algunas personas? ¿Tengo alguna amistad que me hace pecar?

7mo Mandamiento

¿He robado? ¿Cuánto vale lo que he robado? ¿Pienso devolverlo o dar eso a los pobres? ¿He devuelto lo prestado? ¿He tenido pereza en cumplir los deberes?

8vo Mandamiento

¿He dicho mentiras? ¿He inventado de otros lo que no han hecho o dicho? ¿He hecho trampas en negocios o estudios? ¿He creído que Dios no me va a ayudar?

9no Mandamiento

¿He codiciado la mujer o el esposo de mi prójimo? ¿He mirado a un hombre a una mujer de manera impura?

10mo Mandamiento

¿He deseado los bienes ajenos? ¿He sido envidioso? ¿He sido avaro? ¿He comido más de lo que necesito? ¿He sido orgulloso?

NO HAY MAS QUE VER EN QUE HEMOS COMETIDO UN PECADO Y ARREPENTIRNOS DE ELLOS PERO DE CORAZON, PARA SER PERSONADOS POR CRISTO JESUS.

Devoción a las cinco llagas

Al estar de rodillas ante Vuestra imagen sagrada, oh Salvador mío, mi conciencia me dice que yo he sido él que os ha clavado en la cruz, con estas mis manos, todas las veces que he osado cometer un pecado mortal.

Dios mío, mi amor y mi todo, digno de toda alabanza y amor, viendo como tantas veces me habéis colmado de bendiciones, me echo de rodillas, convencido de que aun puedo reparar las injurias con que os he inferido. Al menos os puedo compadecer, puedo daros gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Perdonadme, Señor mío. Por eso con el corazón y con los labios digo:


A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO

Santísima llaga del pie izquierdo de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir aquella pena dolorosa. Os doy gracias, oh Jesús de mi alma, porque habéis sufrido tan atroces dolores para detenerme en mi carrera al precipicio, desangrándoos a causa de las punzantes espinas de mis pecados.

Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad para resarcir mis pecados, que detesto con sincera contrición.


A LA LLAGA DEL PIE DERECHO

Santísima llaga del pie derecho de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena.

Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por aquel amor que sufrió tan atroces dolores, derramando sangre para castigar mis deseos pecaminosos y andadas en pos del placer. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad, y le pido la gracia de llorar mis transgresiones y de perseverar en el camino del bien, cumpliendo fidelísimamente los mandamientos de Dios.


A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA

Santísima llaga de la mano izquierda de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, porque por vuestro amor me habéis librado a mi de sufrir la flagelación y la eterna condenación, que he merecido a causa de mis pecados.

Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude a hacer buen uso de mis fuerzas y de mi vida, para producir frutos dignos de la gloria y vida eterna y así desarmar la justa ira de Dios.


A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA


Santísima llaga de la mano derecha de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena. Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por haberme abrumado de beneficios y gracias, y eso a pesar de mi obstinación en el pecado.

Ofrezco al Eterno Padre la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad y le suplico me ayude para hacer todo para mayor honra y gloria de Dios.


A LA LLAGA DEL SACRATÍSIMO COSTADO

Santísima llaga del Sacratísimo costado de mi Jesús, os adoro. Me duele, Jesús de mi vida, ver como sufristeis tan gran injuria. Os doy gracias, oh

Buen Jesús, por el amor que me tenéis, al permitir que os abrieran el costado, con una lanzada y así derramar la última gota de sangre, para redimirme.

Ofrezco al Eterno Padre esta afrenta y el amor de vuestra santísima Humanidad, para que mi alma pueda encontrar en vuestro Corazón traspasado un seguro refugio. Así sea.

Vía Lucis

Vía lucis

Primera estación.

Jesús resucita de la muerte

.- Te adoramos OH Cristo resucitado y te bendecimos

porque con tu Pascua, has dado la Vida al mundo.

Lectura del Evangelio. Mateo. 28, 1-7

Alégrate Virgen Maria

Cristo ha resucitado

Aleluya

Oración

Jesús Resucitado, el mundo tiene necesidad de ser reevangelizado. La nueva evangelización aplaca el corazón trastornado por tantos mensajes. Hace resonar el anuncio siempre nuevo. Y hace a las mujeres mensajeras entusiastas de la raíz de la vida nueva: tu Pascua. Obra el trasplante: cabeza nueva, corazón nuevo, vida nueva.

Haz que pensemos como piensas tú, haz que amemos como amas tú, has que proyectemos como proyectas tú, haz que sirvamos como sirves tú.

T Amen Jesús Resucitado, el mundo tiene necesidad de ser reevangelizado. La nueva evangelización aplaca el corazón trastornado por tantos mensajes. Hace resonar el anuncio siempre nuevo. Y hace a las mujeres mensajeras entusiastas de la raíz de la vida nueva: tu Pascua. Obra el trasplante: cabeza nueva, corazón nuevo, vida nueva.

Haz que pensemos como piensas tú, haz que amemos como amas tú, has que proyectemos como proyectas tú, haz que sirvamos como sirves tú.

T Amen

Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz

Segunda estación

Los discípulos encontraron el sepulcro vacio

Te adoramos OH Cristo resucitado y te bendecimos

porque con tu Pascua, has dado la Vida al mundo.

Lectura del Evangelio. Juan, 20; 1-9

Alégrate Virgen Maria

Cristo ha resucitado

Aleluya

Sólo tú, Jesús resucitado, nos llevas a la alegría de la vida. Sólo tú nos haces ver vaciarse una tumba desde dentro. Danos la convicción de nuestra potencia impotente ante la muerte cuando está sin ti. Haz que nos fiemos totalmente de la omnipotencia del amor, que vence la muerte.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Tercera estación

El Resucitado se manifiesta a la Magdalena

Te adoramos OH Cristo resucitado y te bendecimos

porque con tu Pascua, has dado la Vida al mundo.

Evangelio Juan 20,11-18

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús resucitado, tú me llamas porque me amas. En mi espacio cotidiano puedo reconocerte como te reconoció la Magdalena. Tú me dices: "Ve y anuncia a mis hermanos". Ayúdame a ir por los caminos del mundo, en mi familia, en la escuela, en la oficina, en la fábrica, en tantos ambientes del tiempo libre para realizar la grande consigna que es el anuncio de la vida.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Cuarta estación

El Resucitado en el Camino de Emaus

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

Lucas 24, 13-19; 25-27

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Quédate con nosotros, Jesús resucitado porque atardece. Te daremos una casa. Te daremos un plato. Te daremos calor. Te daremos amor. Quédate con nosotros, Señor: La tarde de la duda y del ansia oprime el corazón de cada hombre. Quédate con nosotros, Señor: y nosotros estaremos en tu compañía, y esto nos basta. Quédate con nosotros, Señor, porque atardece. Y haznos testigos de la Pascua.

Amen

Quinta estación

El resucitado se manifiesta al partir el Pan

Te adoramos oh Cristo resucitado y te bendecimos

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo

Lucas 24,28-35

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesucristo resucitado: en tu última Cena de hombre terreno, has indicado en el

lavatorio de los pies el único modo de participar en la Eucaristía. En tu primera Cena, como hombre celestial, has querido volver a poner en la hospitalidad del diferente la condición para la comunión contigo. Señor de la gloria, ayúdanos a preparar nuestras celebraciones, lavando los pies cansados de los últimos, acogiendo en el corazón y en las casas "pobres, lisiados, cojos, ciegos" (Lc 14, 13), los necesitados de hoy, que no tienen otro signo de reconocimiento sino el de ser tu viva imagen.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Sexta estación

El Resucitado se presenta vivo a los discípulos Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 36-43)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús Resucitado, nosotros te admiramos por tu paciencia en la pasión: el silencio. Nosotros te admiramos por tu paciencia en la resurrección: la pedagogía. Danos a nosotros que, como hombres de nuestro tiempo queremos todo y ya, la capacidad de un amor que sabe esperar, que sabe realizar esto en oración. Tú estás vivo y no eres un fantasma. Concédenos tratarte como el que vive (Ap 1, 18). Y libéranos de los fantasmas que construimos de ti. Haznos aptos para presentarnos como signos tuyos. El mundo los espera para poder creer.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Séptima estación

El Resucitado da el poder de perdonar los pecados

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Ven Espíritu Santo. Tú, primer don de Jesús resucitado, eres entusiasmo del Padre y del Hijo en nosotros, que nadamos en el aburrimiento y en la oscuridad. Tú, armonía del Padre y del Hijo, empújanos hacia la justicia y la paz: libéranos de nuestras cápsulas de muerte. Tú, vida eterna del Padre y del Hijo, sopla sobre estos huesos áridos y haznos pasar el pecado a la gracia. Tú, juventud del Padre y del Hijo, haznos jóvenes perennes, haznos hombres entusiastas, haznos expertos de la Pascua.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Octava estación

El Resucitado confirma la Fe de TomásTe adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio de San Juan (Jn 20, 24-29). Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Oh Jesús resucitado, te decimos cada día en la fe: "Señor mío y Dios mío". La fe no es el mediodía de la visión. La fe no es fácil pero nos hace felices. La fe es fiarse de ti en las tinieblas. La fe es confiarse a ti en las pruebas. Señor de la vida, aumenta nuestra fe. Danos la fe, que es raíz de tu Pascua. Danos la confianza que es la flor de esta Pascua. Danos la fidelidad que es el fruto de esta Pascua.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Novena estación

El Resucitado encuentra a los suyos, en el lago de Tiberiades

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 1-9.13)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús resucitado, haznos dóciles para volver a jugar a la esperanza, después de nuestros fracasos. Tú, el Resucitado, siéntate a la mesa con nosotros. En los días pascuales de tu convivencia no te has mostrado como el Dios victorioso entre relámpagos y con truenos, sino como el Dios sencillo de lo ordinario, que celebra la Pascua a la orilla del lago, sobre una mesa al are libre. Haznos testigos de tu Pascua, en lo cotidiano, con sus monotonías, donde tú nos esperas desde siempre, en la orilla de nuestros afanes. Siéntate a nuestra mesa de hombres saciados, pero vacíos. Siéntate a la mesa de los hombres pobres, que aún tienen esperanza. Y el mundo que tú amas será nuevo, modelado según tu Pascua.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Décima estación

El Resucitado confiere el Primado a Pedro

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio Según san Juan (Jn 21, 15-17)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Nosotros te agradecemos, Jesús resucitado, por el Pedro de hoy, nuestro Papa. Que vive su servicio apostólico con tanta generosidad y calor, en el sacrificio de estos tiempos tan bellos, pero tan duros. Cada día nos interpelas también a nosotros: "¿Me amas tú más que éstos?". A nosotros, con Pedro y bajo Pedro, nos confías una porción de tu grey. Y nosotros nos encomendamos a ti. Persuádenos, Maestro y dador de vida, que sólo si amamos apacentaremos tu grey; y sólo con nuestro sacrificio, lo alimentaremos con tu verdad y con tu paz.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Undécima estación

El Resucitado confia a sus discípulos la misión universal

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Mateo (Mt 28,16-20)

T Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús Resucitado, llega reconfortante tu promesa: "Yo estoy con vosotros todos los días" (Mt. 28, 20). Solos, no somos capaces de sobrellevar el mínimo peso con perseverancia. Tanto menos de soportar sobre nuestras pobres espaldas el peso del mundo. Nosotros somos la debilidad, Tú eres la fuerza. Nosotros somos la inconstancia, Tú eres la perseverancia. Nosotros somos el miedo, Tú eres el coraje. Nosotros somos la tristeza, Tú eres la alegría. Nosotros somos la noche, Tú eres la luz. Nosotros somos el estancamiento, Tú eres la Pascua.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Duodécima estación

El Resucitado sube al Cielo

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 6-11)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús resucitado, has ido a prepararnos un puesto. El puesto del hombre-hijo está a la derecha de Dios-padre y madre. El boleto ya lo has adquirido. No debemos romperlo. Haz que nuestros ojos estén fijos allí donde está la eterna alegría. Un pedazo de paraíso lo arregla verdaderamente todo. Mirando la Pascua plena, nosotros nos comprometeremos a realizar aquí en la tierra la Pascua para cada hombre y para todo el hombre. La Pascua de hoy, que libera al hombre, es profecía gozosa de la bienaventuranza sin fin.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Décimo tercera estación

Con Maria, esperando el Espíritu Santo

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14)

Después

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Jesús resucitado de la muerte, siempre presente en tu comunidad pascual, derrama sobre nosotros, por intercesión de María, todavía hoy, aquí, El Espíritu Santo tuyo y de tu Padre querido: El Espíritu de la vida, el Espíritu de la alegría, el Espíritu de la paz, el Espíritu de la fuerza, el Espíritu del amor, el Espíritu de la Pascua.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Décimo cuarta estación

El Resucitado envía el Espíritu santo prometido

Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)

Alégrate Virgen Madre:

Cristo ha resucitado, Aleluya.

P Oh Espíritu Santo, que unes inefablemente la Padre con el Hijo; tú eres el que nos unes a nosotros con Jesús Resucitado, hálito de nuestra vida; tú eres el que nos une a la Iglesia, de quien tú eres el alma y nosotros los miembros. Como San Agustín, cada uno de nosotros te suplica (recitación coral):

Respira en mí. Espíritu Santo, para que yo piense lo que es santo, para qué yo ame lo que es santo. Fortifícame tú, Espíritu Santo, para que yo nunca pierda lo que es santo.

T Amén

T Oh María. Templo del Espíritu Santo,

Guíanos como testigos del Resucitado

por el camino de la luz.

Vía Lucis, camino de la Luz

1.

Jesús resucitado conquista la Vida verdadera

estación

JESÚS, RESUCITADO CONQUISTA LA VIDA VERDADERA

pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro.

Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.

Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve.

De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos.

El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado.

No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto.

(Mt 28, 1-6)

Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro

nos trajiste en las manos la vida verdadera,

no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,

sino la inextinguible,

la zarza ardiendo que no se consume,

la misma vida que vive Dios.

Gracias por este gozo,

gracias por esta Gracia,

gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,

gracias porque al resucitar inauguraste

la nueva humanidad

y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,

este milagro de ser hombres y más,

esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,

este sentirnos y ser hijos y miembros

de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.

2

222. Su sepulcro vació muestra que Jesús ha vencido a la muerte

muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento.

Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del monumento?

Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande.

Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto.

Él les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le pusieron.

(Mc 16, 2-6)

Hoy, al resucitar, dejaste tu sepulcro

abierto como una enorme boca, que grita

que has vencido a la muerte.

Ella, que hasta ayer era la reina de este mundo,

a quien se sometían los pobres y los ricos,

se bate hoy en triste retirada

vencida por tu mano de muerto-vencedor.

¿Cómo podrían aprisionar tu fuerza

unos metros de tierra?

Alzaste tu cuerpo de la fosa como se alza una llama,

como el sol se levanta tras los montes del mundo,

y se quedó la muerte muerta,

amordazada la invencible,

destruido por siempre su terrible dominio.

El sepulcro es la prueba:

nadie ni nada encadena tu alma desbordante de vida

y esta tumba vacía muestra ahora

que tú eres

un Dios de vivos y no un Dios de muertos.

3.3. Jesús bajando a los infiernos muestra el triunfo de su resurrección

Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu

y en él fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión.

(1 Pe 3, 18)

Más no resucitaste para ti solo.

Tu vida era contagiosa y querías

repartir entre todos

el pan bendito de tu resurrección.

Por eso descendiste hasta el seño de Abrahán,

para dar a los muertos de mil generaciones

la caliente limosna de tu vida recién conquistada.

Y los antiguos patriarcas y profetas

que te esperaban desde siglos y siglos

se pusieron de pie y te aclamaron, diciendo:

«Santo, Santo, Santo

Digno es el cordero que con su muerte nos infunde vida,

que con su vida nueva nos salva de la muerte.

Y cien mil veces santo

es este Salvador que se salva y nos salva.»

Y tendieron sus manos

brotó este nuevo milagro

de la multiplicación de la sangre y de la

4.Jesús resucita por la fe, en el alma de Maria

E Isabel se llenó del Espíritu Santo,

y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto

de tu vientre!

¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?

Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo

el niño de mi seno.

Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte

del Señor.

Dijo María: Mi alma engrandece al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en

Dios, mi Salvador,

porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso todas las generaciones

me llamarán bienaventurada,

porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso, cuyo nombre es santo.

(Luc 1, 41-49)

No sabemos si aquella mañana del domingo

visitaste a tu Madre,

pero estamos seguros de que resucitaste

en ella y para ella,

que ella bebió a grandes sorbos el agua de tu resurrección,

que nadie como ella se alegró con tu gozo

y que tu dulce presencia fue quitando

uno a uno los cuchillos

que traspasaban su alma de mujer.

No sabemos si te vio con sus ojos,

mas sí que te abrazó con los brazos del alma,

que te vio con los cinco sentidos de su fe.

Ah, si nosotros supiéramos gustar una centésima de su gozo.

Ah, si aprendiésemos a resucitar en ti como ella.

Ah, si nuestro corazón estuviera tan abierto como estuvo

el de María aquella mañana del domingo.

5. Jesús elige a una Mujer como apóstol de sus apóstoles

María se quedó junto al monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba se

inclinó hacia el monumento,

y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro

a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús.

Le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer? Ella les dijo: porque han tomado a

mi Señor y no sé dónde le han puesto.

Diciendo esto, se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no

conoció que fuera Jesús.

Dijo le Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si les has llevado tú, dime dónde le has

puesto, y yo le tomaré.

Dijo le Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: «¡Rabboni!»,

que quiere decir Maestro.

Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre; pero ve

a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a

Vuestro Dios.

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y las cosas que le había dicho.

(Jn 20, 11-18)

Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros:

«Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»

Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner

los ojos,

nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón.

Desde que tú te fuiste nos han quitado el alma

y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza,

ni encontrarnos una sola alegría que no tenga venenos.

¿Dónde estas? ¡Dónde fuiste, jardinero del alma,

en qué sepulcro, en qué jardín te escondes?

¿O es que tú estás delante de nuestros mismos ojos

y no sabemos verte?

¿estás en los hermanos y no te conocemos?

¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos

y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte?

Llámame por mi nombre para que yo te vea,

para que reconozca la voz con que hace años

me llamaste a la vida en el bautismo,

para que redescubra que tú eres mi maestro.

Y envíame de nuevo a transmitir de nuevo tu gozo a mis hermanos,

hazme apóstol de apóstoles

como aquella mujer privilegiada

que, porque te amó tanto,

conoció el privilegio de beber la primera

el primer sorbo de tu resurrección.

Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados

El mismo día, dos de ellos iban a una aldea, que dista de Jerusalén sesenta

estadios, llamada Emaús,

y hablaban entre sí de todos esos acontecimientos.

Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba

con ellos,

pero sus ojos no podían reconocerle.

Y les dijo: ¿Qué discursos son estos que vais haciendo entre vosotros mientras camináis? Ellos se detuvieron entristecidos,

y tomando la palabra uno de ellos, por nombre Cleofás, le dijo: ¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días?

El les dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo;

cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado.

Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; mas, con

todo, van ya tres días desde que esto ha sucedido. Nos dejaron estupefactos

ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento,

no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que había tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía. Algunos de los nuestros fueron al monumento y hallaron las cosas como las mujeres decían, pero a él no le vieron.

Y él les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas!

¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?

Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras.

Se acercaron a la aldea adonde iban, y él fingió seguir adelante.

Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina.

Y entró para quedarse con ellos.

Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.

Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y despareció de su presencia.

(Lc 24, 13-31)

Lo mismo que los dos de Emaús aquel día

también yo marcho ahora decepcionado y triste

pensando que en el mundo todo es muy fuerte y fracaso.

El dolor es más fuerte que yo,

me acogota la soledad y digo

que tú, Señor, nos has abandonado.

Si leo tus palabras me resultaron insípidas,

si miro a mis hermanos me parecen hostiles,

si examino el futuro sólo veo desgracias.

Estoy desanimado. Pienso que la fe es un fracaso,

que he perdido mi tiempo siguiéndote y buscándote

y hasta me parece que triunfan y viven más alegres

los que adoran el dulce becerro del dinero y del vicio.

Me alejo de tu cruz, busco el descanso en mi casa de olvidos,

Dispuesto a alimentarse desde hoy en las viñas de la mediocridad.

No he perdido la fe, pero sí la esperanza,

sí el coraje de seguir apostando por ti.

¿Y no podrías salir hoy al camino

y pasear conmigo como aquella mañana con los dos de Emaús?

¿No podrías descubrirme el secreto de tu santa Palabra

y conseguir que vuelva a calentar mi entraña?

¿No podrías quedarte a dormir con nosotros

y hacer que descubramos tu presencia en el Pan?

7

Jesús muestra a los suyos su carne, herida y vencedora

Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con

ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas y, puesto en medio de ellos, dijo:

La paz sea con vosotros.

Luego dijo a Tomás : Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu

mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.

Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron.

Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no

están escritas en este libro;

y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios,

y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

(Jn 20, 26-31)

Gracias, Señor, porque resucitaste no sólo con tu alma,

más también con tu carne.

Gracias porque quisiste regresar de la muerte

trayendo tus heridas.

Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera

su mano en tu costado

y comprobara que el Resucitado

es exactamente el mismo que murió en una cruz.

Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede

amordazar el alma

y que cuando sufrimos estamos también resucitando.

Gracias por ser un Dios que ha aceptado la sangre,

gracias por no avergonzarte de tus manos heridas,

gracias por ser un hombre entero y verdadero.

Ahora sabemos que eres uno de nosotros sin dejar de ser Dios,

ahora entendemos que el dolor no es un fallo de tus manos creadoras,

ahora que tú lo has hecho tuyo

comprendemos que el llanto y las heridas

son compatibles con la resurrección.

Déjame que te diga que me siento orgulloso

de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.

Deja que entre tus manos crucificadas ponga

estas manos maltrechas de mi oficio de hombre

8º Con su Cuerpo glorioso Jesús explica que también los nuestros resucitaran

Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.

El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos?

Ved mis manos y mis pies, que soy yo. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo:

¿Tenéis aquí algo de comer?

Le dieron un trozo de pez asado,

Y tomándolo, comió delante de ellos.

(Lc 24, 36-43)

«Miradme bien. Tocadme. Comprobad. Comprobad que no soy un fantasma», decías a los tuyos temiendo que creyeran

que tu resurrección era tan sólo un símbolo,

una dulce metáfora, una ilusión hermosa para seguir viviendo.

Era tan grande el gozo de reencontrarte vivo

que no podían creerlo; no cabía en sus pobres cabezas

que entendían de llantos, pero no de alegrías.

El hombre, ya lo sabes, es incapaz de muchas esperanzas.

Como él tiene el corazón pequeño

cree que el tuyo es tacaño.

Como te ama tan poco

no puede sospechar que tú puedas amarle.

Como vive amasando pedacitos de tiempo

siente vértigo ante la eternidad.

Y así va por el mundo arrastrando su carne

sin sospechar que pueda ser una carne eterna.

Conoce el pudridero donde mueren los muertos;

no logra imaginarse el día en que esos muertos volverán a ser niños,

con una infancia eterna.

¡Muéstranos bien tu cuerpo, Cristo vivo,

enséñanos ahora la verdadera infancia,

la que tú preparas más allá de la muerte

9

Jesús bautiza a los apóstoles contra el miedo

La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor a los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros.

Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor.

Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo.

Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.

(Jn 20, 19-31)

Han pasado, Señor, ya veinte siglos de tu resurrección y todavía

no hemos perdido el miedo,

aún no estamos seguros, aún tememos

que las puertas del infierno podrían algún día

prevalecer si no contra tu Iglesia, sí contra nuestro pobre

corazón de cristianos.

Aún vivimos mirando a todos lados

menos hacia tu cielo.

Aún creemos que el mal será más fuerte que tu propia Palabra.

Todavía no estamos convencidos

de que tú hayas vencido al dolor y a la muerte.

Seguimos vacilando, dudando, caminando entre preguntas,

amasando angustias y tristezas.

Repítenos de nuevo que tú dejaste paz suficiente para todos.

Pon tu mano en mi hombro y grítame: No temas, no temáis.

Infúndeme tu luz y tu certeza,

danos el gozo de ser tuyos,

inúndanos de la alegría de tu corazón.

Haznos, Señor, testigos de tu gozo.

¡Y que el mundo descubra lo que es creer en ti

10

Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, y, viéndole, se postraron, aunque algunos vacilaron, y acercándose Jesús, les dijo... Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo.

(Mt 28, 16-20)

«Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.»

Esta fue la más grande de todas tus promesas,

el más jubilosos de todos tus anuncios.

¿O acaso tú podrías visitar esta tierra

como un sonriente turista de los cielos,

pasar a nuestro lado, ponernos la mano sobre el hombro,

darnos buenos consejos

y regresar después a tu seguro cielo

dejando a tus hermanos sufrir en la estacada?

¿Podrías venir a nuestros llantos de visita

sin enterrarte en ellos? ¿Dejarnos luego solos, limitándote

a ser un inspector de nuestras culpas?

Tú juegas limpio, Dios. Tú bajas a ser hombre

para serlo del todo, para serlo con todos,

dispuesto a dar al hombre no sólo una limosna de amor,

sino el amor entero.

Desde entonces el hombre no está solo,

tú estás en cada esquina de las horas esperándonos,

más nuestro que nosotros,

más dentro de mí mismo que mi alma.

«No os dejaré huérfanos», dijiste. Y desde entonces

han estado lleno nuestro corazón.

11.

Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría pérdida

Después de esto se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y se apareció así:

Estaban junto Simón pedro y Tomás, llamado Dídimo; Natanael, el de Caná de Galilea, y los de Zebedeo, y otros discípulos.

Díjoles Simón Pedro: Voy a Pescar. Los otros le dijeron: Vamos también nosotros contigo. Salieron y entraron en la barca, y en aquella noche no pescaron nada.

Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.

Díjoles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis en la mano nada que comer? Le respondieron: No.

El les dijo: Echad la res a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar la red por la muchedumbre de los peces.

Dijo entonces aquel discípulo a quien amaba Jesús: ¡Es el Señor! Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la sobre túnica -pues estaba desnudo- y se arrojó al mar. Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino como unos doscientos codos, tirando de la red con los peces.

Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas y pan.

Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora.

Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red.

Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle:

¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor.

Se acercó Jesús, tomo el pan y se lo dio, e igualmente el pez.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.

(Jn 21, 1-14)

Desde que tú te fuiste no hemos pescado nada.

Llevamos veinte siglos echando inútilmente las redes de la vida

y entre sus mallas sólo pescamos el vacío.

Vamos quemando horas y el alma sigue seca.

Nos hemos vuelto estériles

lo mismo que una tierra cubierta de cemento.

¿Estaremos ya muertos? ¿Desde hace cuántos años

no nos hemos reído? ¿Quién recuerda

la última vez que amamos?

Y una tarde tú vuelves y nos dices: «Echa tu red a tu derecha,

atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma,

saca del viejo cofre las nuevas ilusiones,

dale cuerda al corazón, levántate y camina.»

Y lo hacemos, sólo por darte gusto. Y, de repente,

nuestras redes rebosan alegría,

nos resucita el gozo

y es tanto el peso de amor que recogemos

que la red se nos rompe, cargada

de ciento cincuenta nuevas esperanzas.

¡Ah, tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,

camina sobre el agua de nuestra indiferencia,

devuélvenos, Señor, a tu alegría!

12

Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas

Después de esto se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y se apareció así:

Estaban junto Simón pedro y Tomás, llamado Dídimo; Natanael, el de Caná de Galilea, y los de Zebedeo, y otros discípulos.

Díjoles Simón Pedro: Voy a Pescar. Los otros le dijeron: Vamos también nosotros contigo. Salieron y entraron en la barca, y en aquella noche no pescaron nada.

Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús.

Díjoles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis en la mano nada que comer? Le respondieron: No.

El les dijo: Echad la res a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar la red por la muchedumbre de los peces.

Dijo entonces aquel discípulo a quien amaba Jesús: ¡Es el Señor! Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la sobre túnica -pues estaba desnudo- y se arrojó al mar. Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra, sino como unos doscientos codos, tirando de la red con los peces.

Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas y pan.

Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora.

Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red.

Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle:

¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor.

Se acercó Jesús, tomo el pan y se lo dio, e igualmente el pez.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.

(Jn 21, 1-14)

Desde que tú te fuiste no hemos pescado nada.

Llevamos veinte siglos echando inútilmente las redes de la vida

y entre sus mallas sólo pescamos el vacío.

Vamos quemando horas y el alma sigue seca.

Nos hemos vuelto estériles

lo mismo que una tierra cubierta de cemento.

¿Estaremos ya muertos? ¿Desde hace cuántos años

no nos hemos reído? ¿Quién recuerda

la última vez que amamos?

Y una tarde tú vuelves y nos dices: «Echa tu red a tu derecha,

atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma,

saca del viejo cofre las nuevas ilusiones,

dale cuerda al corazón, levántate y camina.»

Y lo hacemos, sólo por darte gusto. Y, de repente,

nuestras redes rebosan alegría,

nos resucita el gozo

y es tanto el peso de amor que recogemos

que la red se nos rompe, cargada

de ciento cincuenta nuevas esperanzas.

¡Ah, tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,

camina sobre el agua de nuestra indiferencia,

devuélvenos, Señor, a tu alegría! ?

13

Jesús encarga a los 12 la tarea de evangelizar

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado,

Y, viéndole, se postraron, aunque algunos vacilaron,

Y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra;

Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre

Y del Hijo y del Espíritu Santo,

Enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.

(Mt, 28, 16-20)

Y te faltaba aún el penúltimo gozo:

dejar en nuestras manos la antorcha de tu fe.

Tú habrías podido reservarte ese oficio,

sembrar tú en exclusiva la gloria de tu nombre,

hablar a tú al corazón,

poner en cada alma la sagrada semilla de tu amor.

¿Acaso no eres tú la única palabra?

¿No eres tú el único jardinero del alma?

¿No es tuya toda gracia?

¿Hay algo de ti o de Dios que no salga de tus manos?

¿Para qué necesitas ayudantes, intermediarios, colaboradores

que nada aportarán si no es tu barro?

¿Qué ponen nuestras manos que no sea torpeza?

Pero tú, como un padre que sentara a su niño al volante y dijera:

«Ahora conduce tú», has querido dejar en nuestras manos

la tarea de hacer lo que sólo tú haces:

llevar gozosa y orgullosamente

de mano en mano la antorcha que tú enciendes

14

Jesús sube a los cielos, para abrirnos el Camino

Diciendo esto, fue arrebatado a vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos.

Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en él, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron delante

Y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo vendrá como le habéis visto ir al cielo.

Entonces se volvieron del monte llamado Olivete a Jeresalén, que dista de allí el camino de un sábado.

Cuando hubieron llegado, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago.

Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste.

(Hch 20, 9-14)

La última alegría fue quedarte marchándote.

Tu subida a los cielos fue ganancia, no pérdida;

fue bajar a la entraña, no evadirte.

Al perderte en las nubes

te vas sin alejarte,

asciendes y te quedas,

subes para llevarnos,

señalas un camino,

abres un surco.

Tu ascensión a los cielos es la última prueba

de que estamos salvados,

de que estás en nosotros por siempre y para siempre.

Desde aquel día la tierra

no es un sepulcro hueco, sino un horno encendido;

no una casa vacía, sino un corro de manos;

no una larga nostalgia, sino un amor creciente.

Te quedaste en el pan, en los hermanos, en el gozo, en la risa,

en todo corazón que ama y espera,

en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado.

Vía Lucis según los Evangelios

PRIMERA ESTACIÓN :

¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO

En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!

Del Evangelio según San Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc, 24, 1-9; Jn 20, 1-2).

Comentario:

En los sepulcros suele poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no estaba escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).

Cuando todo parece que está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, hay que proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha resucitado. Esa es la gran noticia, la gran verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de una alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.

Cristo, que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose plenamente por amor, ha vencido a la muerte. Su muerte redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su resurrección gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.

Oración:

Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba

SEGUNDA ESTACIÓN :

EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA

María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.

Del Evangelio según San Juan 20, 10-18 (cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).

Comentario:

La Magdalena ama a Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho de fortaleza y eficacia, como el de tantas mujeres que saben hacer de él entrega. María ha buscado al Maestro y la respuesta no se ha hecho esperar: el Señor reconoce su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a veces se oculta bajo la apariencia del hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin que nos demos cuenta, a nuestro lado.

María Magdalena, una mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección: recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.

Oración:

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del Señor.

TERCERA ESTACIÓN:

JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES

Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.

Del Evangelio según San Mateo 28, 8-10.

Comentario:

Las mujeres son las primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos, en el qué dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente que no pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como han aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el final, van a acabar su trabajo. Son valientes y generosas, porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y la pereza y, antes de despuntar el día, ya se encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas: los soldados, la pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el Señor. Pero ellas no se asustan porque saben poner todo en manos de Dios.

Oración:

Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.

LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO

Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un engaño.

Del Evangelio según San Mateo 28, 11-15.

Comentario:

Los enemigos de Cristo quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado por sus discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia. Y son precisamente ellos quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados: "Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si los habéis visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.

En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la Resurrección y, con dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.

Oración:

Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.

QUINTA ESTACIÓN:

PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACIO

que les han dado las mujeres. Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro con la rapidez de su esperanza.

Del Evangelio según San Juan 20, 3-10 (cf. Lc 24, 12).

Comentario:

Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado corriendo, con el alma esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como les han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles de cómo estaba el sudario quedan grabados en su interior, y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido a la muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho de la historia, que va a cambiar la historia. Después de este hecho, el Señor saldría al encuentro de Pedro, como expresión de la delicadeza de su amor; y así, el que llegaría a ser Cabeza de los Apóstoles, y tendría que confirmarlos en la fe, recibió una visita personal de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo] se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Cor 15, 5; cf. Lc 24, 34).

Oración:

Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.

SEXTA ESTACIÓN:

JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES

Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.

Del Evangelio según San Lucas 24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).

Comentario:

Cristo resucitado es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años en Nazaret, el mismo que recorrió los caminos de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que lavó los pies a sus discípulos y se entregó a sus enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el Señor que es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas pueden creerlo: están asustados, temerosos de correr su misma suerte. Es entonces cuando se presenta en medio de ellos, y les muestra sus llagas como trofeo, la señal de su victoria sobre la muerte y el pecado. Con ellas nos ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No es un fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los eligió como amigos, y ahora come con ellos. El Señor, que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún más explícitamente, que la materia no es algo malo, sino que ha sido transformada porque Jesús la ha asumido.

Oración:

Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.

SÉPTIMA ESTACIÓN:

EN EL CAMINO DE EMAÚS

Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.

Del Evangelio según San Lucas 24, 13-32

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...). Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...) Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con ellos.

Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"

(cf. Mc 16, 12-13)

Comentario:

Los de Emaús se iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que ven con perplejidad cómo las cosas no salen según habían previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin embargo Cristo "se viste de caminante" para iluminar sus pasos decepcionados, para recuperar su esperanza. Y mientras les explica las Escrituras, su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz, "arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la mesa, Jesús parte el pan y se les abren la mente y el corazón. Y descubren que era el Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va acompañando en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para escuchar su Palabra y compartir el Pan.

Oración:

Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

OCTAVA ESTACIÓN:

JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS

Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.

Del Evangelio según San Juan 20, 19-23 (cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).

Comentario:

Los apóstoles no han terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero eso no importa ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a vivir la intimidad del amor, la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo, y Él les va a ayudar a abrir de par en par su corazón para acoger a todo hombre. Durante la Última Cena les dio el poder de renovar su entrega por amor: el poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos momentos, les hace partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados. Los apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este regalo precioso que Dios otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad con Dios después de haberlo abandonado por el pecado, la reconciliación.

Oración:

Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.

NOVENA ESTACIÓN:

JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS

Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.

Del Evangelio según San Juan 20, 26-29

Comentario:

Tomás no se deja convencer por las palabras, por el testimonio de los demás apóstoles, y busca los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón, busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es una gracia de Dios que nos lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro corazón hacia Él, que nos abre los ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no es irracional, ni algo que se imponga contra nuestra libertad: es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad y aprender a amarla. ¡Qué importante es estar pegados a Cristo, aunque no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos, aunque no lo veamos!

Oración:

Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.

DÉCIMA ESTACIÓN:

JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA

Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les otorga una muchedumbre de peces.

Del Evangelio según San Juan 21, 1-6a

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la rea a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor".

Comentario:

En los momentos de incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca de Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia, cuyos miembros, a lo largo de la historia están llamados a poner por obra el mandato del Señor: "seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el esfuerzo humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y echar las redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece que humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es el momento de la confianza en Dios, de la fidelidad a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión del Reino, es fruto de la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que afina el amor. Y Él nos premiará con frutos abundantes.

Oración:

Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

UNDÉCIMA ESTACIÓN:

JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR

Jesús ha cogido aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de los que siguen al Señor.

Del Evangelio según San Juan 21, 15-19.

Comentario:

Pedro, el impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente avergonzado porque le ha fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor es más grande que todas nuestras miserias. Le lleva por el camino de renovar el amor, de recomenzar, porque nunca hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la mejor prueba de que Él sí es fiel a sus promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está abierta, de par en par, la puerta de la esperanza para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor, es ponerle a él y a sus Sucesores al frente de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios con la solicitud de un padre, de un maestro, de un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el primer Papa, y luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos de Dios".

Oración:

Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

DUODÉCIMA ESTACIÓN:

LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES

Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la Buena Noticia.

Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48.

Comentario:

Los últimos días de Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy grabados en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad se ha ido concretando con la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a saborear estos últimos instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda la tarea que tienen por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su testamento: hay que ponerse en camino para llevar a todos el mensaje que han visto y oído. Están por delante las tres grandes tareas de todo apóstol, de todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la gente crea; bautizar, hacer que las personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y vivir según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el Maestro, el Señor.

Oración:

Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN:

JESÚS ASCIENDE AL CIELO

Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.

De los Hechos de los Apóstoles 1, 9-11 (cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).

Comentario:

Todos se han reunido para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la separación, pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan de esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo". Es el momento de ponerse a trabajar, de emplearse a fondo para llevar el mensaje de alegría, la Buena Noticia, hasta los confines del mundo, porque contamos con la compañía de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos perder un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de Dios, para quemarlo en su servicio.

Jesucristo ha querido ir por delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente esperanza de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la derecha del Padre, hasta que vuelva al final de los tiempos.

Oración:

Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN:

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.

De los Hechos de los Apóstoles 2, 1-4

Comentario:

Jesús, el Hijo de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que no quedarán solos. Y fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a la Virgen, Madre de la Iglesia, reciben el Espíri tu Santo. Él es el que llena de luz la mente y de fuego el corazón de los discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la Iglesia". A partir de este momento la Iglesia, que somos todos los bautizados, está en peregrinación por este mundo. El Espíritu Santo la guía a lo largo de la historia de la humanidad, pero también a lo largo de la propia historia personal de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a Dios en el cielo.

Oración:

Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y de esperanza, hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite para dar testimonio de Jesuscristo en medio del mundo.

Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

UNIDOS AL PAPA.

De igual forma que solemos terminar el rezo del Via Crucis recordando al Santo Padre, también acabamos el Via Lucis encomendando en nuestra oración al Papa, "el Dulce Cristo en la tierra", como le llamaba Santa Catalina de Siena Lo hacemos como signo explícito de nuestro amor a la Iglesia, para que Dios lo ilumine, y le dé fuerzas en la tarea encomendada por el Señor.

Al Padrenuestro, Avemaría y Gloria añadimos aquí una oración por el Romano Pontífice, que ponemos en las manos de María, Madre de la Iglesia.

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA

POR EL SANTO PADRE EL PAPA JUAN PABLO II

Virgen María, que amas con amor solícito a todos tus hijos,

cuida con particular amor de Madre

al Vicario de Cristo en la tierra,

a nuestro Santo Padre el Papa,

para que, en sus desvelos por la Iglesia y el hombre,

sienta siempre el apoyo y la oración de los hijos de la Iglesia.

Regálale con la alegría cotidiana que brota del amor,

protégelo contra las insidias de quienes no aman a Dios,

contra las incomprensiones de quienes no le aman lo suficiente.

Ofrécele tu ternura de Madre

para que no se sienta solo

en la tarea de regir la Iglesia.

Muéstrate como Madre amorosísima

para él que es el "Dulce Cristo en la tierra".

Y ofrécele siempre tu consuelo. Así sea.

sábado, 11 de abril de 2009

MEDITACIÓN PARA LA HORA DE LA MISERICORDIA

ricordia”. A las 3:00 PM
“Oh Jesús, tu Corazón traspasado es el océano de infinita Misericordia de donde manan, copiosamente, tu Sangre y Agua. Sangre que libera nuestros pecados, y Agua que purifica y vivifica nuestros corazones. Tú eres la fuente abierta de salvación, en la cual deseamos sumergirnos para ser transformados con el poder redentor de tu Misericordia.

Jesús, tú nos has ofrecido en esta imagen de tu Corazón Misericordioso revelada a Santa Faustina, un recipiente por el cual podemos venir a la fuente de Misericordia para recoger, sin límites, gracias abundantes de conversión, sanación y redención.

¡Oh Jesús, en ti confío! En ti confío mi vida entera, mi corazón, mis temores, mis fragilidades, mis sueños y todos mis sufrimientos, los del cuerpo y los más íntimos de mi corazón.

¡En ti confío, Oh Misericordia Divina! Tú que miras mi debilidad con ojos compasivos; que levantas mi miseria con el poder de tu amor; que das vida a mi esterilidad y que confías en mí a pesar de mí mismo. En ti confío, tú que calmas las tempestades del alma y las grandes tormentas que azotan la barca de nuestras vidas, familias, comunidades y naciones. En ti, Jesús, confío el pasado que de tantas formas nos aplasta; el presente que nos inquieta y el futuro que tantas veces nos angustia.

¡Oh Corazón Misericordioso! En tu llaga bendita nos escondemos, descubriendo allí nuestro refugio y descanso... nuestra paz. En el inmenso océano de tu Corazón, nos sumergimos hoy, nosotros pecadores, esperando con confianza el don más hermoso de tu amor por la humanidad: Tu Misericordia."

NOVENA A LA DIVINA MISERICORDIA


Empieza el Viernes Santo

Sor Faustina escribió en su Diario: El Señor me pidió que rezara este rosario (la coronilla) durante los nueve días qSor Faustina escribió en su Diario: El Señor me pidió que rezara este rosario (la coronilla) durante los nueve días que preceden a la Fiesta de la Misericordia, comenzando el día de Viernes Santo. Entonces, me dijo: Por esta novena concederé todas las gracias posibles a las almas (11, 197). También se puede hacer esta novena en otros momentos y por cualquier necesidad.ue preceden a la Fiesta de la Misericordia, comenzando el día de Viernes Santo. Entonces, me dijo: Por esta novena concederé todas las gracias posibles a las almas (11, 197). También se puede hacer esta novena en otros momentos y por cualquier necesidad.



Junto con la coronilla, cada día se rezan las siguientes oraciones:

PRIMER DÍA

Hoy tráeme a todo el género humano, especialmente a los pecadores y sumérgelos en el océano de Mi misericordia. De esta forma me consolarás de la honda pesadumbre en que me sume la pérdida de las almas.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, cuya prerrogativa es tener compasión de nosotros y perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de Tu Piadosísimo Corazón y no permitas que salgamos jamás de el. Te lo pedimos por el amor que te une al Padre y al Espíritu Santo.

Padre Eterno, vuelve Tu compasiva mirada hacia todo el género humano y en especial hacia los pobres pecadores, todos unidos en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Por los méritos de Su dolorosa Pasión, muéstranos Tu misericordia, para que alabemos la omnipotencia de Tu misericordia, por los siglos de los siglos. Amén.


SEGUNDO DÍA

Hoy tráeme las almas de los sacerdotes y religiosos y sumérgelas en Mi misericordia insondable. Fueron ellos los que me dieron fortaleza para soportar hasta el fin las amarguras de Mi Pasión. A través de ellos, como por canales, Mi misericordia fluye hasta los hombres.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, de quien procede toda bondad, multiplica Tus gracias sobre las religiosas consagradas a Tu servicio, para que puedan hacer obras dignas de misericordia; y que todos aquellos que las vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el cielo.

Padre Eterno, vuelve Tu mirada misericordiosa hacia el grupo elegido en Tu viña - hacia las almas de sacerdotes y religiosos -; dótalos con la fortaleza de Tus bendiciones. Por el amor del corazón de Tu Hijo, en el cual están unidos, impárteles Tu poder y Tu luz, para que guíen a otros en el camino de la salvación y con una sola voz canten alabanzas a tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.


TERCER DÍA

Hoy tráeme a todas las almas devotas y fieles y sumérgelas en el océano de Mi misericordia. Ellas me confortaron a lo largo del Vía Crucis. Fueron gota de consuelo en un océano de amargura.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, del tesoro de Tu misericordia distribuye Tus gracias a raudales entre todos y cada uno de nosotros. Acógenos en el seno de Tu Compasivísimo Corazón y no permitas que salgamos nunca. Te imploramos esta gracia en virtud del más excelso de los amores; aquel con el que Tu corazón arde tan fervorosamente por el Padre Celestial.

Padre Eterno, vuelve Tu piadosa mirada hacia las almas fieles, pues que guardan el legado de Tu Hijo. Por los méritos y dolores de Su Pasión, concédeles Tu bendición y tenlos siempre bajo Tu tutela. Que nunca claudique su amor o pierdan el tesoro de nuestra santa fe, sino que, con todo el ejército de Angeles y Santos, glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.


CUARTO DÍA

Hoy tráeme a los que no creen en mí1 y a los que todavía no me conocen. Pensaba en ellos durante las angustias de Mi Pasión, y su futuro fervor servía de consuelo a Mi corazón. Sumérgelos en el océano de Mi misericordia.

Oración

Piadosísimo Jesús, Tú que eres Luz del género humano, recibe en la morada de Tu corazón lleno de compasión, las almas de aquellos que todavía no creen en Ti, o que no te conocen. Que los rayos de Tu gracia los iluminen para que también, unidos a nosotros, ensalcen tu maravillosa misericordia; y no los dejes salir de la morada de Tu corazón desbordante de piedad.

Padre Eterno, vuelve Tu piadosa mirada a las almas de aquellos que no creen en Tu Hijo y las de aquellos que todavía no te conocen pero anidan en el Compasivo Corazón de Jesús. Aproxímalos a la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellos ensalcen la generosidad de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.


QUINTO DÍA

Hoy tráeme las almas de nuestros hermanos separados2 y sumérgelas en el océano de Mi misericordia. Durante las angustias de Mi Pasión desgarraron Mi Cuerpo y Mi Corazón, es decir, mi Iglesia. A medida que se reincorporan a ella, Mis heridas cicatrizan y de esta forma sirven de bálsamo a Mi Pasión.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, que eres la Bondad misma, no niegues la luz a aquellos que Te buscan. Recibe en el seno de tu corazón desbordante de piedad las almas de nuestros hermanos separados. Encamínalos, con la ayuda de Tu luz, a la unidad de la Iglesia y no los dejes marchar del cobijo de Tu Compasivo Corazón, todo amor; haz que también ellos lleguen a glorificar la generosidad de Tu misericordia.

Padre Eterno, vuelve tu piadosa mirada hacia las almas de nuestros hermanos separados, especialmente hacia las almas de aquellos que han malgastado Tus bendiciones y abusado de Tus gracias, manteniéndose obstinadamente en el error. También a ellos da cobijo el Corazón misericordiosísimo de Jesús; no mires sus errores, sino el amor de Tu Hijo y los dolores de la Pasión que sufrió y que aceptó por su bien. Haz que glorifiquen Tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.


SEXTO DÍA

Hoy tráeme las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y sumérgelas en Mi misericordia. Son éstas las más parecidas a Mi corazón. Me proporcionaron fortaleza durante Mi amarga agonía, puesto que las veía como Angeles terrestres, velando junto a Mis altares. Derramo sobre ellas gracias torrenciales, porque sólo el alma humilde es capaz de recibir Mi gracia. Distingo a las almas humildes con Mi confianza.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, que dijiste: Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Acoge en el seno de Tu corazón desbordante de piedad a todas las almas mansas y humildes y las de los niños pequeños. Estas almas son la delicia de las regiones celestiales y las preferidas del Padre Eterno, pues se recrea en ellas muy particularmente. Son como un ramillete de florecillas que despidieran su perfume ante el trono de Dios. El mismo Dios se embriaga con su fragancia. Ellas encuentran abrigo perenne en Tu Piadosísimo Corazón, Oh Jesús, y entonan, incesantemente himnos de amor y gloria.

Padre Eterno, vuelve Tu mirada llena de misericordia hacia estas almas mansas, hacia estas almas humildes y hacia los niños pequeños acurrucados en el seno del corazón desbordante de piedad de Jesús. Estas almas se asemejan más a Tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra hasta alcanzar Tu Trono, Señor. Padre de misericordia y bondad suma, Te suplico, por el amor que Te inspiran estas almas y el gozo que Te proporcionan: Bendice a todo el género humano, para que todas las almas a la par entonen las alabanzas que a Tu misericordia se deben por los siglos de los siglos. Amén.


SÉPTIMO DÍA

Hoy tráeme las almas que veneran y glorifican especialmente Mi misericordia3 y sumérgelas en Mi misericordia. Ellas sintieron los sufrimientos de Mi Pasión y penetraron en Mi espíritu más profundamente que ninguna otra. Son vivo reflejo de Mi piadoso corazón, y resplandecerán con esplendor especial en la vida futura. Ninguna de ellas sufrirá el tormento del fuego eterno, porque las defenderé con particular empeño a la hora de la muerte.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, cuyo Tu corazón es el amor mismo, recibe en el seno de Tu corazón piadosísimo las almas de aquellos que de una manera especial alaban y honran la grandeza de Tu misericordia. Son poderosas con el poder de Dios mismo. En medio de las dificultades y aflicciones siguen adelante, confiadas en Tu misericordia; y unidas a Ti, Oh Jesús, portan sobre sus hombros a todo el género humano; por ello no serán juzgadas con severidad, sino que Tu misericordia las acogerá cuando llegue el momento de partir de esta vida.

Padre Eterno, vuelve Tu mirada sobre las almas que alaban y honran Tu Atributo Supremo, Tu misericordia infinita, guarecidas en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Estas almas viven el Evangelio con sus manos rebosantes de obras de misericordia y su corazón, desbordante de alegría, entona cánticos de alabanza a Ti, Altísimo Señor, exaltando tu misericordia. Te lo suplico Señor: Muéstrales Tu misericordia, de acuerdo con la esperanza y confianza en Ti depositada. Que se cumpla en ellos la promesa hecha por Jesús, al expresarles que durante su vida, pero sobre todo a la hora de la muerte, aquellas almas que veneraron Su infinita misericordia, serían asistidas por El, pues ellas son su gloria. Amén.


OCTAVO DIA

Hoy tráeme las almas que están detenidas en el purgatorio y sumérgelas en las profundidades de Mi misericordia. Que Mi Sangre, cayendo a chorros, apacigüe las llamas en que se abrasan. Todas estas almas me son muy queridas. Ellas pagan el castigo que se debe a Mi justicia. En tu poder está socorrerlas. Saca todas las indulgencias del tesoro de Mi Iglesia y ofrécelas por ellas. Oh, si supieras qué tormentos padecen, ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con Mi justicia.

Oración

Misericordiosísimo Jesús, que exclamaste ¡misericordia! introduzco ahora en el seno de tu corazón desbordante de misericordia, las almas del purgatorio, almas que tanto aprecias pero que, no obstante,. han de pagar su culpa. Que el manantial de Sangre y Agua que brotó de Tu corazón apague las llamas purificadoras para que, también allí, el poder de Tu misericordia sea glorificado.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que padecen en el purgatorio y que Jesús acoge en Su corazón, desbordante de piedad. Te suplico, por la dolorosa Pasión que sufrió Tu Hijo, y por toda la amargura que anegó Su sagradísima alma: Muéstrate misericordioso con las almas que se hallan bajo Tu justiciera mirada. No los mires de otro modo, sino sólo a través de las heridas de Jesús, Tu Hijo bien amado; porque creemos firmemente que Tu bondad y compasión son infinitas. Amén.


NOVENO DIA

Hoy tráeme las almas tibias4 y sumérgelas en las profundidades de Mi misericordia. Ellas fueron las que más laceraron, Mi corazón. Por su indiferencia Mi alma padeció un terrible hastío en el Huerto de los Olivos. Ellas me hicieron gritar: "Padre, si quieres, aparta de Mi este cáliz". La última esperanza de salvación para ellas estriba en apelar a Mi misericordia.

Oración

Piadosísimo Jesús, que eres la piedad misma, traigo hoy al seno de Tu Compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza. Que el puro amor que Te inflama encienda en ellas de nuevo la llama de Tu amor, y no vuelva el peso muerto de su indiferencia a abrumarte con su carga. Oh Jesús, todo compasión, ejerce la omnipotencia de Tu Misericordia, y atráelas a Ti, que eres llama de amor viva y haz que ardan con santo fervor, porque Tú todo lo puedes.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de Su corazón lleno de piedad. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que Tu hijo padeció, y por Sus tres largas horas de agonía en la Cruz: que ellas también glorifiquen el mar sin fondo de Tu misericordia. Amén.